lunes, 11 de noviembre de 2013



MÁS SOBRE EL SENTIDO DE TODO ESTO (SI LO HAY...)


EL VICIO-OFICIO DE ESCRIBIR...


-¡Ah!, sí, bien… ¿pero te pagan?

  
Estoy hasta los c. de oír esta pregunta (y perdonen el exabrupto, y que conste que no es machismo, si fuera mujer diría hasta los ov. y me quedaría tan tranquila…). Generalmente suelto alguna respuesta vaga, educada, y cambio de tema rápido. Me quedo con las ganas de decirles: ¡Pedazo de ignorante! ¿No sabes que el cuadro que más beneficios le reportó a Goya fue un cuadro por el que no cobró un duro? Pero no lo digo, ya digo. No lo digo porque no quiero ser pedante y porque no quiero ir llamando necios a amigos, conocidos y gentes diversas. Sin embargo siempre pienso en eso, en el retrato de Floridablanca pintado por un completamente desconocido Goya, gracias a la mediación de su amigo el arquitecto Ventura Rodríguez. Sin la intervención del arquitecto, Floridablanca no se hubiera dejado pintar por un pintor desconocido, ni gratis. Y aunque Goya no cobró un real por este cuadro, fue su primera obra importante, la que le abrió las puertas de la aristocracia madrileña, la que le permitió entrar en contacto con la familia real (dando un rodeo, eso sí, pues para llegar al aposento del rey tuvo que irse antes a cazar a Arenas de San Pedro con un Borbón desterrado, pero al final llegó, y eso es lo que importa), la obra que hizo, en última instancia, que ahora nosotros (todos o casi todos nosotros) conozcamos el nombre de Goya. ¿Le salió rentable el cuadro o no? ¿Tenía que haberse plantado y haber dicho “no, yo gratis no hago nada”, eso es lo que debía haber hecho?
También, en estos casos, me viene a la memoria un párrafo de un fantástico libro de Luis Antonio de Villena, “El burdel de Lord Byron”, donde cuenta que este poeta, a pesar de ser de los más leídos en su tiempo, no quería cobrar ningún derecho de autor, pues consideraba que “un lord no debe ganar dinero con sus vicios”. Naturalmente Byron era rico, pero al final iba siempre perseguido por una legión de acreedores y tuvo que acabar vendiendo parte de su patrimonio para pagar sus deudas. Pero siempre consideró la poesía un vicio aristocrático.
Y todo esto me lleva a pensar (sí, yo pienso mucho, ¡qué se le va a hacer!) en como Toulouse-Lautrec abortó un intento de suicidio al ver que un cuadro suyo estaba inacabado (ya lo tenía todo en marcha, cuando de reojo vio el cuadro y pensó: “Ahí falta una pincelada”, y ya se sabe, una pincelada lleva a otra y a otra y luego ya no tienes ganas de matarte, al menos por esa noche), y en una conversación que hace años tuve con un poeta con más años que yo sobre otro poeta con más años que yo (pero menos que el primero), en la cual este poeta (gran poeta, por cierto) me dijo que el poeta del que hablábamos pertenecía a la generación de poetas que pensaba que SE PODÍA VIVIR DE LA POESÍA. Craso error, desde luego. Enorme y terrible error el de esta generación de poetas que me preceden con unos pocos años. Pobres ilusos… No se puede vivir de la poesía. PERO SÍ SE PUEDE VIVIR POR LA POESÍA. Uno tiene que ser lo que tiene que ser y no otra cosa, o estará siempre condenado a una plena infelicidad (algo, desde luego, muy común en todas las épocas). Pero como dice  Javier Cecas: El auténtico yo del escritor no es el yo social sino el yo literario, el yo que escribe y que ha invertido en lo escrito lo mejor de su talento y su inteligencia. De manera que, si a un escritor le quitas su mejor yo, ¿qué le queda?